Comentario
En el plano representado por las escuelas filosóficas las corrientes dominantes derivan claramente de las existencias en la ciudad clásica y representan los impactos que en ella se producen como consecuencia de la crisis y de la ampliación de la ecúmene. En todas ellas domina, en cierto modo, la necesidad de representarse el mundo de modo estático, por lo que vienen a ser modos reductivos de enfocar problemas viejos, al prescindir de la capacidad dinámica que dominaba el pensamiento de la polis. La Academia posterior a Platón tiende a reducir a una fórmula la teoría de las ideas, mientras que en el Liceo triunfa exclusivamente el ánimo clasificatorio que definiría posteriormente a la Escuela, fuente de dogmatismos intelectuales. El estoicismo, corriente vinculada por forma y contenido a las nueva concepción ecuménica del mundo, se revelaría como poseedor de una gran ductilidad, por su capacidad de integrar posiciones variadas en torno a diversos problemas teóricos y prácticos. En definitiva, se trata más que nada de una postura ante el mundo representado en su nuevo aspecto, universal y unificado por las conquistas y las nuevas estructuras políticas y administrativas. Las dificultades para comprender el proceso de cambio que ahora se produce se manifiesta de varias maneras, en el escepticismo, que declara la incapacidad para el conocimiento, o en el epicureísmo, escuela que opta por profundizar en el conocimiento científico como modo de resistir a los inconvenientes que lleva consigo el contacto intelectual con la realidad inmediata. Los cínicos optan por el alejamiento de la vida pública, para elaborar teorías intelectuales que posteriormente desempeñarán una función pública, como contrapunto al poder despótico de los reyes, a los que proporcionan una teoría válida para ofrecer la alternativa al despotismo. Así, los cínicos que se oponen al Rey se convierten en los teóricos de una forma de realeza proyectada hacia el mundo helenistico-romano.